No se nace hombre, se llega serlo...
Tal como sucede con las mujeres, que no nacen sino que se hacen mujeres a partir de diversos elementos en su
socialización temprana y de los mandatos de instituciones como la familia, la
escuela, los medios de comunicación, la política, entre otras (tal como lo
planteó De Beauvoir), así mismo, los hombres, que no son todos iguales como versa
el refrán popular, son construidos social y culturalmente bajo un paradigma de masculinidad
que se considera válida y normal en cada contexto y época específica. De
acuerdo con este planteamiento, masculinidades hay muchas y diversas, en las
diferentes épocas y culturas no se espera lo mismo de los hombres, incluso a lo
largo de su mismo ciclo vital, cada hombre construye su masculinidad bajo
diferentes dinámicas e ideales.
Sin embargo,
existe una expresión de masculinidad en Occidente, que se caracteriza de forma muy
generalizada por fundarse en la idea de que los hombres son fuertes, violentos,
exitosos, competitivos, proveedores, heterosexuales, entre otras
características ligadas al poder y la superioridad masculina. Este ideal bajo
el que son socializados los niños se convierte entonces, en la medida de la
masculinidad normal, válida y aceptada, en tanto que cualquier desviación de
ese ideal constituye una muestra de poca hombría, debilidad, anormalidad y
hasta de peligro. De ahí que expresiones masculinas ligadas a la
homosexualidad, la ternura, la expresión de emociones, incluso a variables étnicas
y de clase –no blancas y no burguesas-, que no van en consonancia con el tipo
de hombre hegemónico, sean consideradas inferiores, rechazadas y hasta excluidas
social y políticamente.
Este ideal
masculino hegemónico se mantiene vigente en muchas sociedades y es muy
resistente a los cambios, precisamente porque hay todo un entramado social,
político, económico y cultural, encaminado a mantenerlo y reproducirlo, toda
vez que se supone, es un ideal que permite a los hombres mantener los
privilegios que como colectivo han tenido históricamente sobre las mujeres. Pero
más allá de estos privilegios –reales o ficticios- hay en la actualidad diversas
expresiones de masculinidades que quieren hacerse visibles, ser reconocidas y
que se alejan de ese ideal que el patriarcado/machismo ha instaurado como norma
y medida de lo que es ser hombre “de verdad”.
Diversos conflictos
han sido generados por la reproducción y validación social de las
masculinidades hegemónicas: en la salud física y mental de los hombres -representados
en patologías mentales, conductas de riesgo y casusas de muerte específicas de
éstos-, pero también, en las relaciones de género al interior de las familias –con
la violencia de género a todo nivel y de manera pandémica-, en los noviazgos, en
los escenarios laborales y barriales, lo que ha llevado a que se haga más
visible la necesidad de desnaturalizar la idea de que los hombres son como son
desde siempre y para siempre. Visibilizar que cuando hablamos de género no
hablamos solo de mujeres, que el género se construye de manera relacional entre
hombres y mujeres y que los hombres son sujetos de género, construidos y no
naturalizarlos de manera culpabilizante como los malos del paseo, además de que
tienen necesidades específicas que deben ser atendidas, son elementos
importantes que pueden aportar en la transformación social hacia la equidad.
El objetivo de
este blog es aportar elementos para una lectura crítica de las masculinidades en
ámbitos de la vida cotidiana, tal como se viven actualmente –tan ambivalentes y
contradictorias- y claro, realizar el análisis de cómo se manifiesta esa
naturalización de los hombres en escenarios como la intervención social, la política
pública, la religión, la escuela, los medios masivos de comunicación y la
academia.
Los invitamos a visitarnos, a dejar sus inquietudes y sugerencias.
Karina
karinahsitoriahoyunivalle@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario