martes, 5 de mayo de 2020

¿

¿Qué ha pasado con las “nuevas masculinidades” durante el confinamiento por Covid?

Por Karina Sandoval Zapata


Desde antes de la llegada del Covid, hace unas buenas décadas las mujeres vinculadas al movimiento feminista de todo el mundo, especialmente las ecofeministas, las economistas feministas, las mujeres campesinas, indígenas y afrodescendientes, ya venían denunciando que este modelo era insostenible, que el planeta no daría abasto a nuestros consumos irracionales y que buena parte de lo que hemos llamado “desastres naturales” eran el resultado lógico de una cadena de malas decisiones de unos gobiernos que a nivel mundial han puesto sus lógicas imperialistas, coloniales y ecocidas al servicio del mercado y en detrimento de la vida.
Advertían además, que la sostenibilidad de la vida estaba puesta sobre todo, en los hombros de las mujeres que son quienes mayoritariamente realizan las labores de cuidado en todo el mundo, invisibilizadas, inferiorizadas y sin pago, es decir, esclavizadas y todo ello en nombre del amor. Pues bien, la pandemia ha puesto en evidencia que esas y muchas otras situaciones que habíamos cotidianizado son incompatibles con la vida, con los ciclos de la naturaleza y contra cualquier noción de justicia social.  Del mismo modo, desde diferentes realidades las mujeres de todos los continentes han venido advirtiendo de las violencias machistas y feminicidas como una pandemia que cobra la vida de miles de mujeres y niñas cada día, sin que se lograran acciones contundentes para que esto se detuviera.
El llamado en todos esos casos se hizo ante gobiernos y grandes corporaciones criminales, patriarcales (de 193 países solo el 6% son gobernados por mujeres y de las 100 empresas del mundo que más contaminan el 99% las dirigen hombres), ciegas y sordas ante la masacre de mujeres y frente a las amenazas en contra de la viabilidad de nuestra existencia en el planeta tierra, en una lógica depredadora y ecocida sin comparación en otro momento de la historia. Bien, pues todo esto tiene que ver con la vigencia de la masculinidad hegemónica y a continuación intentaré esbozar el por qué.
El contexto en el que nos llega la pandemia del Covid, es el contexto de la réplica a nivel mundial del performance “Un violador en tu camino”, performado por mujeres de todas las edades, de todos los países, etnias y clases sociales, que fueron registradas en todos los medios masivos internacionales denunciando la sistematicidad de las violencias sexuales que sufrimos mujeres y niñas, y la revictimización a la que nos somete la justicia patriarcal. Es un contexto de sentencias logradas con el movimiento del me too, que han afectado a hombres antes considerados intocables. Un contexto con estudiantes de toda la región, el país y la ciudad rompiendo el silencio y denunciando a docentes y compañeros acosadores -Univalle y la U Nacional no han sido la excepción-,  y claro, un contexto de violaciones en manadas y con la pandemia de feminicidios de siempre.
Ninguna de esas realidades da cuenta de que la masculinidad hegemónica haya sido superada o se pueda dar por terminada, todo lo contrario. La arremetida de las violencias patriarcales ha ido en aumento conforme los movimientos de mujeres y feministas se van haciendo más visibles y logran poner en jaque esas estructuras del poder masculino a nivel mundial. Manifestaciones de ciber bullyng y de mainsplaining donde critican los modos de protesta de las feministas de ahora y quieren decirnos cómo es el feminismo de verdad, o campañas en redes como la del “Not all men”, el auge de los grupos autodenominados Incel (Célibes involuntarios, una comunidad on line misógina que se congrega en foros:https://www.elperiodico.com/es/videos/zeta-media-lab/quienes-son-los-incel-odio-victimismo-y-supremacismo-masculino-en-la-red/4372507.shtml), así como el masivo uso del insulto “feminazi”, hacen parte de esa respuesta resistente y violenta que evidencia la misoginia interiorizada en los hombres cuando ven puestos en jaque su poder y sus privilegios.

Valga aclarar que el tal feminazismo no existe, no es un concepto con un sustento teórico y mucho menos tiene un asidero histórico para esa extraña cosa a la que hace referencia (equipara el feminismo al nazismo), porque el feminismo como movimiento social y político y también como paradigma teórico significa ante todo equidad y justicia, el machismo en cambio, significa violencia y subordinación. Se entiende en todo caso esta respuesta retadora y violenta puesto que el misógino reafirma el odio de las mujeres hacia él, en todo momento. Cuando son las mujeres son inteligentes, cuando levantan la voz para reclamar derechos o denunciar una injusticia, cuando son felices gozando la vida, cuando se declaran bellas más allá de los cánones estéticos hegemónicos, cuando reclaman su derecho al placer y no le fingen orgasmos, cuando se niegan a cumplir los mandatos de la buena esposa, cuando no le piden su opinión o la refutan, y cuando no le permiten ni un solo mal trato (ni los que se cuelan en sus modos pasivo agresivos). Así es que, proyectada cotidiana y repetidamente, el misógino le da vida al fantasma creado por sí mismo y al que ha decidido llamar feminazi. En su profundo sentimiento de castración y pérdida de poder real y simbólico, el misógino, efectivamente, vive la existencia de las mujeres desobedientes y empoderadas, como una amenaza global, como un verdadero holocausto que lo persigue y puede llegar a acabarlo.

Imagen 2 – Noticias de periódicos variados sobre la pandemia

Por todo lo anterior, mi intención con este texto es hacerme y hacerles preguntas y sobre todo, cuestionar ese concepto de las “nuevas masculinidades”, a la luz de lo que se ha puesto en evidencia durante este momento de confinamiento por la pandemia de Covid: La vigencia de una masculinidad predominantemente misógina, parásita, cruel, feminicida, clasista y ecocida.
Para hablar de unas nuevas masculinidades, debemos entender qué es lo viejo a lo que hace referencia el concepto, es decir, la masculinidad patriarcal -hegemónica (machista), que es la que se supone ha sido superada y a la que se opondría una nueva masculinidad.
La masculinidad en términos generales recoge las normas sociales y las ideas que se tienen en las diferentes sociedades y épocas sobre lo que son y deben ser los hombres para ser considerados “verdaderos hombres“, viriles, masculinos… Y, por su parte, la masculinidad hegemónica se refiere a ese modo de ser hombre anclado al machismo, a la idea de que los hombres son superiores -es decir más inteligentes, más fuertes, más asertivos, más racionales, etc.- que las mujeres. Es además, es una masculinidad anclada al racismo colonial, a la explotación capitalista, que promueve la idea de un tipo de hombre como superior, como modelo y referente de normalidad, un hombre blanco, burgués, europeo, ilustrado, proveedor económico, máquina de trabajo o máquina de guerra, y además, hombres súper potentes a nivel sexual, sí o sí, y siempre;  no puede haber fallo y por eso es por lo que esa masculinidad está permanentemente a prueba y bajo la vigilancia, tanto de las mujeres como de otros hombres (llamada validación homosocial).
La hegemónica, es una masculinidad que deja por fuera o inferioriza y subordina también a los hombres. ¿A cuáles? A los que no cumplen con esas exigencias, que en realidad serían una inmensa mayoría (hombres indígenas, afrodescendientes, hombres homosexuales, bisexuales o trans, hombres empobrecidos, hombres precarizados, vistos como débiles, o feos dentro de lo que el modelo de belleza hegemónico implica también sobre cómo debe verse un hombre). Y además, y  muy muy importante, esta expresión de la masculinidad es hegemónica porque es la que se considera válida y es aceptada en su mayoría por todos y todas y se reafirma mediante lo que nos enseñan instituciones como la familia, la religión, la política, los medios de comunicación con sus novelas, su cine y sus realities, y por supuesto, la escuela.
En ese sentido, cuando hablamos de nuevas masculinidades nos estaríamos refiriendo a expresiones de la masculinidad que como dije antes, se distancian o se oponen a ese modelo dominante e implica que entonces, ese o esos hombres “nuevos” por interés propio o por situaciones de crisis han iniciado un proceso de cuestionarse toda su trayectoria personal, de las ideas machistas bajo las cuales fueron educados y a partir de un posicionamiento ético y político han decidido ser hombres de manera diferente. Aunque no se trata de algo tan simple como hacer un checklist o no sea siempre algo fácilmente identificable como llevar una camisa que se quita y pone o algo por el estilo, los hombres que se consideran parte de unas nuevas masculinidades, serían hombres que no violentan, que no violan o acosan mujeres, que no les da miedo ni llorar ni permitirse que afloren emociones como la ternura, el miedo, la tristeza o la vulnerabilidad frente a otros. Hombres pacíficos, sensibles, equitativos, hombres que validan y reconocen a las mujeres como sus iguales, que entienden las luchas de las mujeres para lograr una vida mejor y en muchos sentidos se comprometen con el desmonte de las violencias patriarcales que los afectan a ellos y a los demás, en especial a las mujeres y las niñas. Y es en este último punto donde hay mayor conflicto. Porque no se trata de que los hombres asuman esa nueva masculinidad como un postureo lleno de clichés y discursos dentro de lo que consideramos políticamente correcto, sino que, efectivamente, sean hombres que en su cotidianidad den cuenta de otra expresión de su ser como hombres (consigo mismos, con sus familias, con sus parejas, con sus hijos o hijas, con sus compañeros y compañeras de trabajo, etc.)
¿Cuáles son esas intervenciones o expresiones cercanas y palpables que tenemos de estas nuevas masculinidades? En Colombia existen dos redes nacionales de organizaciones de hombres, la Red Colombiana de Masculinidades No Hegemónicas y la Red Colombiana de Masculinidades por la Igualdad de Género. En Cali puntualmente, tenemos el Círculo de hombres, además de otras organizaciones como Taller abierto, que trabajan específicamente en masculinidades. El tema es además, incluido en los procesos de formación llevados a cabo desde la institucionalidad, por mencionar algunas está Casa Matria o la Secretaría de la Mujer, Equidad de Género y Diversidad Sexual, así como varias agencias de la cooperación internacional, como ONU Mujeres y UNFPA dentro del Sistema de las Naciones Unidas, que han llevado a cabo procesos de sensibilización y capacitaciones para diferentes gremios como transportadores públicos, guardas de tránsito, policías, comisarios/as, fiscales y jueces, personal del sector salud y demás, así como otros procesos de formación que existen en la ciudad que abordan en una o varias sesiones la reflexión en torno a las masculinidades.
Imagen 3 - Elaboración propia (Laboratorio de masculinidades)
Además, de acuerdo con el informe de investigación de ONU MUJERES-2018 llamado Experiencias promisorias de masculinidades no violentas y corresponsables en el ámbito de los cuidados en Colombia y otros países de américa latina y el caribe, en la región de América latina y el caribe se ha dado a lo largo de los últimos 20 años la emergencia de una cada vez mayor cantidad de estudios sobre masculinidades. Evidencia de esta mayor densidad en la producción académica e investigativa es el surgimiento de distintos espacios de encuentro, como seminarios, coloquios, simposios, conversatorios, conferencias, cursos de formación y/o capacitación y congresos, nacionales e internacionales, entre otros. En este informe también se reconoce que son las luchas de las mujeres las que han alentado la creación de organizaciones de hombres y masculinidades en el país y que, sin embargo, “a pesar de la densidad del  capital social de género y de capital intelectual en el trabajo con hombres y masculinidades, la articulación entre las organizaciones sociales que trabajan con hombres y masculinidades es débil y las experiencias que desarrollan están insuficientemente sistematizadas lo que dificulta su pedagogía”.

En ambos casos, como procesos organizativos o como procesos formativos y académicos habría que preguntarse a qué espacios o a qué hombres se está llegando, y qué pasa con esos hombres formados o capacitados una vez estos procesos terminan, porque lastimosamente la recurrencia de conductas masculinas ancladas a la misoginia así como la evidencia de violencias contra las mujeres no solo en la región, sino en el resto del mundo, siguen siendo atroces. En medios circulan muchas de estas iniciativas por lo que se ha venido dando un aparente entusiasmo que proclama que ya hay más igualdad y que efectivamente los hombres han cambiado, de modo que no se entiende el porqué del descontento y las reclamaciones de las mujeres por la desigualdad. Mara Viveros hace un llamado importante para entender que muchos de los cambios que han experimentado las relaciones de género, no han trascendido el ámbito formal y plantea que dichos cambios no se deben dar como un hecho incontestable puesto que esta posición puede ocultar el hecho de que la equidad de género sigue estando ausente de las prácticas cotidianas (Viveros, 2007: 30). Valga aclarar que, para que estas expresiones de masculinidades no hegemónicas sean una realidad cada vez más palpable, se requiere también que los estados, la sociedad y las empresas se comprometan a hacer presencia y acompañar a los hombres y colectivos que están intentando materializar en experiencias concretas su decisión de cambio y de apuesta por la equidad de género.

A continuación, mencionaré tres de las situaciones que a mí modo de ver, han develado durante esta cuarentena la vigencia de una masculinidad que podríamos llamar tóxica (violenta, violadora, pornográfica, parásita) y frente a la que ni la sociedad ni los estados han sabido qué hacer:

1. No fue sino que se iniciara la situación se confinamiento o cuarentena, para que los hombres empezaran a circular publicaciones entre memes, comentarios y chistes, en los que hacían alusión a la odiada esposa y a la extrañada amante, algunos de esos supuestos chistes terminaban incluso dando tips sobre cómo matar a la insoportable esposa. Estas evidentes expresiones de misoginia validada mediante la excusa del humor se fueron traduciendo conforme pasaron los días en el aumento exponencial de las llamadas de mujeres denunciando la situación de violencia que estaban viviendo en sus hogares.
Según los datos del Observatorio Colombiano de las Mujeres, durante la cuarentena obligatoria se han presentado 91 por ciento más llamadas a la línea 155, destinada a orientar y a asesorar a las mujeres víctimas de violencia machista. Las líneas de emergencia han atendido centenares de llamadas de mujeres pidiendo ayuda, según lo registraron las autoridades tanto en Cali, como en Bogotá donde se triplicaron las llamadas y ha sucedido lo mismo también en otros países como México donde las llamadas aumentaron en un 80%. En toda la región ha habido también feminicidios durante la cuarentena y de esos feminicidios el 60% de mujeres han sido asesinadas en su hogar o en un espacio compartido con sus parejas.
Valga decir que como la masculinidad hegemónica no es para nada una realidad exclusiva de Latinoamérica, en países de Europa también ha habido un aumento brutal de denuncias por violencias contra las mujeres en sus hogares. Por ejemplo, en Francia, confinada desde el 17 de marzo, las llamadas a las líneas de emergencia para las mujeres han aumentado un 30 por ciento, al igual que En el Reino Unido también se triplicaron los casos de feminicidios, o en España, donde según cifras del ministerio de Igualdad, las llamadas al 016 aumentaron un 47,3 por ciento y las consultas por medios electrónicos un 650 por ciento (https://www.eltiempo.com/mundo/mas-regiones/aumentan-las-denuncias-de-violencia-de-genero-durante-los-confinamientos-por-el-coronavirus-485864), solo por mencionar algunos. Por todo lo anterior, vale recordar también que ninguna forma de humor es inocente e inocua y que el humor es una expresión de la realidad y que por lo tanto no debemos pasar por alto que como consumidores activos o pasivos de este “humor” también legitimamos dichas violencias cuando lo naturalizamos y consideramos que es poco grave. Muchos de esos hombres que se han enunciado frente a nosotras como aliados feministas o como hombres nuevos, compartieron esos memes. ¿Dónde está lo nuevo, dónde queda la deconstrucción?

Imagen 4 – Fuente: https://i.pinimg.com/originals/92/b1/44/92b144ac016f5fbc62cec5eb02c239ab.jpg

2. En redes también, muchos hombres  pusieron a circular historias sobre lo desbordados que los tenían las múltiples rutinas de oficios y cuidados que les implicaba estar en casa. Muchos hombres de esos que llamamos hombres nuevos porque posiblemente no pegan, no violan, o matan, pusieron en evidencia en sus redes sociales que no conocían esas rutinas cotidianas, que las cocinas de sus casas, así como sus ollas y enseres, les eran una novedad avasalladora y que, seguramente, alguien había estado garantizándoles que esos quehaceres estuvieran al día para su bienestar. ¿Quiénes eran ese alguien? Pues sus madres, abuelas, hermanas, tías o novias y esposas. ¡Las mujeres! Es decir, estos hombres que como dije antes no matan ni pegan ni violan, se han estado usufructuando del trabajo doméstico, invisibilizado y no pago realizado por las mujeres que les rodean, bajo una lógica demasiado similar a la de los explotadores burgueses capitalistas.
Que la loza sucia parece reproducirse por arte de magia, que la lavada del mercado es agotadora, que los niños y niñas son muy demandantes y que con ellos en casa los hombres no logran concentrarse mientras hacen teletrabajo, que estar en casa da más hambre, entre muchas otras, han sido de las principales quejas de los hombres en redes sociales. A ellas, a las mujeres que viven con hombres como compañeros de vida y que según las encuestas de manejo del tiempo en casi todo el mundo, trabajan en promedio 8 horas más a la semana en quehaceres domésticos y de cuidados que los hombres y que las mujeres solteras, nadie las ha aplaudido, ni ellos como hombres nuevos o alternativos, porque claro, poner en evidencia ese profundo desequilibrio de lo cotidiano conllevaría a reconocer que después del taller de hombres tejiendo, de puertas para adentro no se ha hecho mucho por cambiar los roles tradicionales y machistas de género. Eso tampoco da cuenta de nada nuevo en la masculinidad, de hecho es un problema viejo y de los más resistentes al cambio (estrechamente relacionado con la consigna del feminismo en los años 70´s, “Lo personal es político”).

3. El dramático aumento del consumo de pornografía, especialmente de pornografía infantil durante el confinamiento. Ya sabemos que los principales consumidores de pornografía a nivel mundial son hombres, que el tipo de pornografía que más se consume es la pornografía infantil (México, ese país feminicida produce el 60% de pornografía infantil para satisfacer el mercado mundial) y otras del tipo Porn Gore y que, muchas de esas páginas triple X como Porn Hub, han sido denunciadas por contener y reproducir videos de mujeres y niñas víctimas de violaciones reales. Bien, pues esa misma página -Porn Hub- ha aumentado exponencialmente el número de visitas durante la pandemia pues, paradójicamente, en los tiempos del Covid donde la mayoría de nosotras hemos tenido que limitar nuestros consumos solo a los considerados vitales, el consumo de porno no podía detenerse por ser considerado vital y primordial para buena cantidad de hombres socializados en la cultura de la hipersexualización y en la cultura de la violación. Ya sabemos también que la pornografía cada vez más violenta y degradante, es mera pedagogía de la violencia sexual contra las mujeres y, por lo tanto, no debe extrañarnos  el papel que juega ésta en el incremento de la violencia física y sexual que ocurre dentro de los hogares, con o sin Covid. El agravante es que medidas como la del confinamiento tomadas por gobiernos sin un enfoque diferencial y de género, acarrean la agudización de violencias contra las mujeres y las niñas, que deben estar encerradas las 24 horas del día con sus maltratadores y violadores.



Imagen  5 – Fuente: Fuente: https://arc-anglerfish-arc2-prod-infobae.s3.amazonaws.com/public/DIAJQOW6RJGJLB2SS3TNEJKUGY.jpg 

De hecho, antes de que apareciera el Covid, las estadísticas indicaban que una de cada tres búsquedas en Google estaba relacionada a la pornografía y, desde que los gobiernos instauraron el aislamiento forzoso como medida para reducir la propagación del COVID-19, el acceso gratuito a más de 500 páginas porno en la web va en aumento. Lo anterior es preocupante dado que el 95% de la pornografía muestra algún grado de violencia contra las mujeres. El tipo de violencia que prolifera en la llamada “pornografía dura”, va desde insultos hasta actos degradantes y criminales como la pedofilia, violaciones en manada y violaciones transmitidas en línea que culminan en el asesinato de mujeres y niñas (https://www.radiolatinamerika.no/noticias/noruega/3240-la-pornografia-en-tiempos-del-covid-19).
Recientemente la BBC News, ha publicado una nota sobre El consumo de pornografía infantil en España, donde advierte que la semana del 17 de marzo (tres días después de que el gobierno español declarase el estado de alarma) al 24, se registraron unas 17.000 descargas de material con pornografía infantil. La semana siguiente, del 24 al 31 de marzo, las descargas subieron a más de 21.000, es decir, aumentaron casi un 25% (Fuente: https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-52385436).
Además, hemos visto cómo han circulado por medios y redes sociales, las denuncias del hackeo de cuentas de la aplicación de moda para reuniones virtuales, Zoom, reuniones en las que se han filtrado usuarios exponiendo videos de pornografía y de violaciones (como el aberrante caso sucedido durante una clase virtual de la U de Antioquia). Este no puede ser un dato menor o menos preocupante. Los daños sociales asociados a la  pornografía no solo en sus consumidores -que sufren disfunciones sexuales así como daños cerebrales comparables a los producidos por el consumo de drogas duras-, sino en quienes la producen -principalmente actrices- y niñas y mujeres que han sido previamente secuestradas y torturadas, se nutren de una grande y poderosa industria de proxenetas y pedófilos que trafican cuerpos y vidas de mujeres a su antojo y ante la mirada pasiva y cómplice de los gobiernos. Nuevamente son hombres,  nuevamente es la misoginia instalada la que opera. 

La pandemia nos llega en el momento en que creo que nadie podría siquiera cuestionar el auge arrollador de los movimientos feministas en todo el mundo. Centenares de mujeres de diferentes procedencias han venido sumándose a este movimiento transnacional porque obviamente aunque implique muchos procesos dolorosos, el feminismo les ha permitido a las mujeres levantar cabeza, unir sus voces a otras para saberse acompañadas y rodeadas y les ha posibilitado el empoderamiento para denunciar y reclamar mejores condiciones de vida, educación, justicia, tierras, autonomía, libertad, entre muchos otros logros del feminismo. Para nosotras el feminismo significa ganancia, para ellos asumir una masculinidad no hegemónica significa pérdida.
Yo pregunto ¿Si ya llevamos más o menos 40 o 50 años desde que aparecieron los estudios de las masculinidades y otras tantas décadas del surgimiento de los diferentes movimientos de hombres contra las violencias machistas, por qué no ha habido una acogida similar por parte   de los hombres a la acogida de las mujeres frente al feminismo? ¿Por qué si estos movimientos liberadores les dicen que no tienen que morir en la guerra, que pueden llorar, que no tienen que llevar a cabo conductas de riesgo para validar frente a nadie su hombría, que pueden fallar o compartir la proveeduría económica de los hogares con sus compañeras de vida sin dejar de ser hombres, por qué si estos movimientos y círculos les han permitido objetar conciencia, reconocer de forma integral su emocionalidad y vulnerabilidades, y los libera de ser machos sementales en lo sexual? Pues porque todo este proceso llevado a cabo coherente y consecuentemente les implicaría perder eso que como colectivo han vivido desde el poder y el privilegio y que como colectivo poseen los hombres solo por el hecho de ser hombres.

Porque digámoslo claramente, llegar del trabajo a sentarse a ver futbol y que te llegue la comida ya hecha, y que alguien más se encargue de los niños cuando lloran o tienen tareas que hacer, y que no tengas que ir ni a citas médicas, ni del cole o que puedas consumir cuerpos sin responsabilidad afectiva, o dejar hijos regados sin responsabilidad alguna, pues es que esos son privilegios innegables que comparten los hombres como colectivo (que ya después de un proceso de toma de conciencia se dan cuenta que no eran privilegios sino trampas del patriarcado y que ellos también han sido castrados en su emocionalidad, explotados como máquinas de trabajo, alejados de sus familias, etc., eso es otro asunto). De allí su pacto patriarcal de silencio; silencio ante la explotación doméstica y reproductiva de las mujeres, ante las violencias sexuales cometidas por sus amigos más cercanos, ante la pedofilia de sus padres y abuelos, ante el pago de un salario más bajo para su colega mujer, ante el chat misógino que comparte imágenes con contenido sexual de sus parejas o exparejas, ante la denuncia del me too y ante la demanda por alimentos… De ahí vienen sus reticencias a levantar las banderas de la equidad y a ser consecuentes con sus discursos y posturas en el afuera y también en su intimidad, más allá de lo formal y sin aplausos. Porque para ellos ese proceso de deconstrucción implica necesariamente perder, perder poder y privilegios patriarcales.
Hablar de unas nuevas masculinidades, implica necesariamente hablar de todo esto, darle cara a todas estas luchas cotidianas que pasan inevitablemente por el reconocimiento y el dolor que implica el cuestionamiento de los propios privilegios, de aceptar las violencias ejercidas con más o menos conciencia a lo largo de la vida, de los daños ocasionados a las mujeres que les han rodeado y de asumir con humildad que ese tipo de masculinidad también les ha hecho mucho daño a ellos mismos.
Hablar de un hombre nuevo o de nuevas masculinidades es hablar del cambio en la propia subjetividad pero también de redistribución económica, de justicia social, de equidad, de solidaridad, de otro modelo de relacionarnos con la naturaleza y de poner fin a la desigualdad. El ser un hombre nuevo va mucho más allá de cómo se enuncie uno mismo, es dar cuenta con sus actos y comportamientos cada día, de que se ha dejado de odiar a las mujeres y que se está dispuesto a caminar a su lado, como iguales, trabajando en aras de que todos y todas podamos gozar de una vida en dignidad, en libertad, en autonomía e integridad y gozando efectivamente de todos los Derechos Humanos.


*Súper recomiendo ver los videos de Irantzu Varela en El Tornillo:

 “Los hombres feministas”: https://www.youtube.com/watch?v=CgUkgbI2McE

"Los 'aliados' del feminismo": https://www.youtube.com/watch?v=cFn2deOfPTM


Artículo disponible en PDF: https://drive.google.com/file/d/1fYUh4BwKenIcC3qA8hSWqJV-ZkfRmD72/view?usp=sharing