jueves, 7 de noviembre de 2013



EL FEMINISMO Y LA MATERNIDAD ¿OPCIONES EXCLUYENTES, IRRECONCILIABLES?


He visto y analizado con inquietud y molestia, esta imagen que circula por las redes sociales con la cara de uno de los más grandes genocidas en la historia de América Latina –Pinochet- con el mensaje “Su madre no tomó la píldora”…
Después de pensar qué era exactamente lo que me molestaba de la imagen, concluí que me molesta porque este mensaje culpabiliza a la mujer-madre de Pinochet, no sólo de haber parido al genocida, además, el mensaje automáticamente proyecta la idea de que si esta mujer hubiera planificado- abortado, Chile no hubiera vivido tanta barbarie, es decir, esta mujer-madre es tanto o más culpable que Pinochet por los muertos, desaparecidos y torturados durante la dictadura.
Me quedó un sinsabor al analizar el mensaje, porque claro, no es la primera vez que en campañas por la liberación y los derechos de las mujeres aparece la figura de la madre como la antítesis de la mujer feminista, liberada y progresista que el mundo necesita para lograr la transformación hacia la equidad de género. Para ser sincera, me recordó una canción popular de la que me he reído y hablado con algunas hermosas y brillantes amigas. En ella se expresa de manera jocosa, satírica, patética, pero también con un brutal realismo, la idea de que algunas mujeres están “en la olleta”, jodidas. Esas mujeres son proyectadas y ubicadas allí, no sólo porque la liberación sea –o no- para las ricas, o por los chinos que toca mantener o el marido que les da en la geta como lo canta a pulmón la mayor exponente de la narco-tecno-cumbia de Colombia, Marbel (ver en: http://www.youtube.com/watch?v=kRJnKzJwBXc), sino, porque el sujeto mujer-madre es visto por algunos sectores y pares mujeres como remedos de mujeres o mujeres incompletas, que claudicaron ante el destino manifiesto que la institución maternidad por naturaleza les imponía.
Esta imagen me hizo recordar también las palabras de algunas feministas poscoloniales latinoamericanas, que remontan los orígenes del pensamiento feminista latinoamericano mucho antes de lo que oficialmente se reconoce –que es en el feminismo de las mujeres sufragistas norteamericanas en los años 50´s-. Esos orígenes, se ubican en el proceso de la colonia española que vivió América Latina (Curiel, 2009), y estuvieron protagonizados por mujeres mestizas, indígenas, africanas y afrodescendientes, que a través de formas de resistencia como el cimarronaje, el rescate, el palenque, el suicidio y claro, EL ABORTO, ante el producto de una violación a manos del amo-colono o bien, ante la decisión consciente de no parir hijos esclavos para el sistema colonial; también resistieron apostándole estratégicamente a la maternidad como forma de prolongar su etnia, su cultura y sus raíces (Carneiro, 2001; Carosio, 2011).
Esas mujeres invisibilizadas en su momento, o mejor, en varios momentos pasados y presentes por el feminismo eurocéntrico y homogenizante  de donde sea que venga, posiblemente no cumplan con el canon de estética feminista (Ziga, 2009) y mucho menos cumplan con el ideal blanco, burgués y civilizatorio-moderno de la mujer exitosa (trampa denunciada por Lagarde, 1999), esa mujer que se reconoce como el símbolo del feminismo a nivel internacional; pero, mediante su fuerza, su resistencia y su ejercicio de la maternidad estratégica y consciente posibilitaron y participaron en la liberación americana de la colonia y en la continuidad física, cultural y social de las diferentes etnias que perviven en el continente.
No escribo estas líneas en contra de los movimientos de mujeres en pro del aborto, escribo en contra del lenguaje –que produce realidades simbólicas y sociales-, y que reproduce estereotipos y excluye. Escribo a título personal pero invoco a esas mujeres-madres y no madres, indígenas, afrodescendientes, empobrecidas y empoderadas de América Latina, con el derecho y la dignidad que me permiten decir hoy, desde mi lugar situado (Haraway, 1991) que soy feliz y conscientemente madre y que esto no me ha imposibilitado ser una excelente estudiante, profesional, investigadora y activista. Probablemente no me vean a mí y a muchas otras mujeres-madres, marchando con pintura roja –simulando sangre en mi rostro, golpes en mi cuerpo, pues hay que resaltar el dolor y la desgracia de ser mujeres siempre- pero reivindico mi lucha diaria cuando enfrento de puertas para dentro y cabe decir que hasta en los salones de clase, la cara más resistente, rígida y brutal del patriarcado. Allí, a veces mientras en silencio lavo platos y pienso en mi tesis (como lo hace Audre Lorde, 2003), pero otras veces dando teteros o cantando rondas infantiles en versión antisexista y tarareando las vocales, allí también resisto y, posiblemente, si algo de esto lo hago bien hecho – y no he dado a luz a un genocida como la desafortunada madre de Pinochet-, crío, amo, cuido, sostengo la vida de uno, dos, tres o hasta ocho niños y niñas, que serán los futuros adultos que le darán continuidad y sostenibilidad a esas luchas iniciadas por nosotras, las mujeres madres y no madres, esclavas, indígenas en resistencia, sufragistas, políticas y radicales….
A aquellas mujeres que han decidido autónoma y conscientemente no ser madres, todo el respeto, el apoyo y la admiración por la fuerza con la que deben enfrentar las cruzadas evangelizadoras diarias, que quieren imponerles una maternidad naturalizada, perfecta, idealizada e institucionalizada tiranamente (Badinter, 80´s). Ya sabemos que la maternidad no es el único camino, pero tampoco se debe caer en el extremo de menospreciarla, desconociendo su valor y el esfuerzo que implica. Compañeros y compañeras activistas, antisexistas, ambientalistas, objetores de conciencia, de movimientos por las diversidades sexuales, de presos políticos y demás, compartimos sus causas y sus luchas porque también son nuestras, no queremos para nosotras, nuestros países ni para nuestros hijos e hijas que sean víctimas del sexismo, la discriminación, el racismo, ni la guerra y por eso pido que piensen bien antes de señalarnos como poco productivas para los procesos de resistencia y revolucionarios, bajo la idea de que parimos genocidas y otras podredumbres humanas.
Todo lo anterior para decir nuevamente, ojo con el lenguaje porque éste produce realidades simbólicas y sociales, que pueden excluir y estereotipar a “otros y otras” que suponemos aliados o que creemos representar.
Con todo el respeto y la fraternidad, les comparto un desahogo humano, femenino, maternal, suramericano y político.
Karina Zapata
karinahistoriahoyunivalle@gmail.com


jueves, 24 de octubre de 2013

Los hombres y el cuidado, una lucha que no termina




Diferentes estudios de masculinidades han revelado que pese a los cambios que ha implicado en la vida de hombres y mujeres la conciliación de la vida familiar y laboral, los hombres siguen resistiéndose a vincularse a actividades del ámbito doméstico en igualdad con sus compañeras. Algunas de las situaciones que los hombres mencionan como obstáculos para involucrarse en actividades domésticas y de cuidado son la jornada laboral, la falta de tiempo, lo poco que saben sobre el tema, las críticas de las mujeres "súper-madres", entre otras. En este foro hablaremos de esas situaciones que percibimos como obstáculos y las posibles salidas para que la conciliación entre la vida familiar y laboral permitan el mayor involucramiento de los hombres en la relación afectiva con su familia, el cuidado de sus hijos y el desempeño equitativo de actividades domésticas.

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Los hombres y el cuidado, una lucha que no termina

miércoles, 23 de octubre de 2013

"Del dicho al hecho... Un estudio cuantitativo sobre los cambios y las continuidades de las masculinidades hegemónicas en Quito"

Una investigación que cuestiona la mirada generalizada sobre el género como equivalente a mujer, que evidencia la rigidez de las masculinidades hegemónicas como ideal masculino y la importancia de las expectativas femeninas frente a los hombres para posibilitar cambios o continuidades.







Esta tesis tuvo como objetivo analizar los cambios y continuidades en los discursos y prácticas cotidianas la masculinidad, en dos generaciones de hombres de la ciudad de Quito. Partí del supuesto de que la masculinidad es una construcción sociocultural determinada por las relaciones de poder y las situaciones estructurales e históricas en las que viven hombres y mujeres, que ha entrado en un proceso de transición, generado durante las últimas décadas por el creciente ingreso de las mujeres a la esfera “pública” y también, debido a que algunos hombres han empezado a reivindicar su participación en espacios considerados privados, como la vida doméstica y la crianza. Para esto se tuvo presente la relación entre las variables de género y edad, y la vigencia e influencia de un imaginario específico sobre un tipo de masculinidad hegemónica como única, válida, y normal. 

El audio que presento a continuación, da cuenta de una parte de esta tesis y responde al análisis cuantitativo de los datos arrojados por una encuesta realizada a 400 personas en la ciudad de Quito, en la cual se indagó por las ideologías tradicionales de género en relación a la masculinidad y, por cuáles son los principales cambios y resistencias de ese modelo de masculinidad en dos grupos generacionales distintos. Desde un enfoque teórico sobre las masculinidades, se analizó cuáles son las ideologías de género sobre las que se levantan los actuales discursos sobre masculinidad y los cambios concretos de estas ideologías en dos generaciones de hombres y mujeres. Concluyo con algunas de los hallazgos preliminares frente a cómo todas estas ideologías –la represión de emociones, el uso de la fuerza, la hipersexualidad, la homofobia, la proveeduría económica y la exclusión de los hombres de las actividades del cuidado- están estrechamente relacionadas y son profundamente estructurantes de la identidad masculina, se refuerzan mutuamente y producen rígidas ideas en las representaciones que hacen las mujeres de los hombres y de los hombres sobre sí mismos y sobre otros hombres.
Algunos de los hallazgos más significativos de esta investigación en su fase cuantitativa, trata sobre la construcción relacional del género y cómo para romper el estereotipo masculino, también son relevantes la mirada y las expectativas femeninas en relación al tipo ideal de hombre que se ha construido y que de alguna manera reafirma el machismo. Cuando enfatizo en este punto, en cómo las mujeres construyen un ideal de masculinidad -y en este caso ese ideal se mantiene ligado al machismo-, y producen expectativas ambivalentes frente a los posibles cambios de los hombres hacia masculinidades menos enraizadas en el poder, la autoridad y la violencia, no se trata de negar fenómenos estructurales como la violencia de género o culpar a las mujeres de ésta, se trata en cambio, de superar la masificada idea de que el género es igual a mujer y en esa medida ampliar el horizonte de análisis y de trabajo, sacando a la mujer del lugar de mera víctima pasiva y poder vislumbrar un sujeto masculino ampliamente, dentro de una historia, desnaturalizando su condición de “malo”, y en esa medida dar respuestas más integrales para el análisis académico del género y la intervención con hombres y mujeres.



También es importante resaltar que la masculinidad no es una sola, monolítica y atemporal. Es una construcción móvil y por lo tanto, es importante decir que no todos los hombres que reprimen sus emociones son necesariamente violentos, no todos los que creen que deben tener más sexo, odian a los homosexuales, no todos los hombres que han sufrido violencia en sus hogares la reproducen en su vida adulta; en todo caso sí los predispone a presentar algunas de estas conductas. La vigencia de la masculinidad hegemónica, se evidencia más como un ideal, como un mandato social y cultural, como un arquetipo que no es humanamente realizable y por eso mismo genera tantas tensiones, conflictos y riesgos para los hombres y las mujeres socializados en ella.



Atenta a la retroalimentación, las críticas argumentadas, constructivas y respetuosas, les comparto parte del resultado de la investigación que he realizado durante el último año y medio como estudiante de maestría en FLACSO- Ecuador.

http://flacsoradio.ec/index.php/programas/academicos/flacso-eventos/657-del-dicho-al-hecho.html

martes, 22 de octubre de 2013

La violencia contra las mujeres ha adquirido dimensiones epidémicas



La OMS ha advertido que la violencia contra las mujeres ha adquirido dimensiones epidémicas en todo el planeta y que los avances en esta materia son escasos, situación que atribuye entre otras razones, a que éste “sigue siendo un campo relativamente nuevo dado que la gran mayoría de los estudios sobre violencia de género se realizaron en la última década”. Sin embargo, habría que considerar que aunque estos estudios a los que se refiere la OMS constituyen un avance invaluable, son estudios que no dicen nada sobre los hombres y el problema es que ese vacío no sólo genera efectos como que se naturaliza la idea de que los hombres son violentos per se, sino que al no decir nada sobre lo que genera las conductas de violencia en éstos, se siguen enfocando las políticas públicas hacia las mujeres –víctimas-, y considero que ese es otro motivo importante por el que los resultados del trabajo en materia de violencia de género son y seguirán siendo escasos;  sino se piensa el sujeto hombre en todas sus dimensiones, sino se lo incluye como parte activa del trabajo en género a nivel global, en la educación temprana, en sensibilización, en prevención y promoción de nuevas masculinidades, el resultado posiblemente seguirá siendo el mismo. El trabajo con las mujeres no está para nada mal y se debe seguir haciendo, pero se debe ampliar el horizonte y establecer programas, políticas y demás formas de intervención social que, por un lado, atiendan las necesidades específicas de los hombres en sus diferentes realidades étnicas, generacionales, de orientación sexual y demás especificidades; y, por otro lado,que se posibiliten desde espacios tempranos de socialización decisivos como la escuela, procesos de sensibilización, formación y promoción de nuevas formas de ser hombres, dando cabida a la diversidad sexual, a la expresión de emociones diferentes a la ira o la violencia, de solidaridad y paridad entre los géneros y en general, actitudes hacia una cultura de paz y equidad entre hombres y mujeres. 

http://www.eldiario.es/sociedad/OMS-violencia-adquirido-proporciones-epidemicas_0_145236001.html

 La cara oculta. Los hombres y la violencia doméstica. 

"...un serio desbalance en relación a la atención que se brinda a los protagonistas del fenómeno: la víctima y el agresor... A raíz de este desbalance, la mujer víctima de violencia es actualmente atendida, contenida y apoyada en el proceso de cambio interior que la llevará a erradicar de su vida los vínculos teñidos de opresión y sumisión, mientras que los varones violentos quedan en un limbo de desatención que no les permite evolucionar hacia vínculos más saludables"
ES EL MISMO CASO EN OTROS PAÍSES DE AMÉRICA LATINA, A TRABAJAR CON LOS HOMBRES!


http://ladiaria.com.uy/articulo/2013/4/la-cara-oculta/


No se nace hombre, se llega serlo...


 
Tal como sucede con las mujeres, que no nacen sino que se hacen mujeres  a partir de diversos elementos en su socialización temprana y de los mandatos de instituciones como la familia, la escuela, los medios de comunicación, la política, entre otras (tal como lo planteó De Beauvoir), así mismo, los hombres, que no son todos iguales como versa el refrán popular, son construidos social y culturalmente bajo un paradigma de masculinidad que se considera válida y normal en cada contexto y época específica. De acuerdo con este planteamiento, masculinidades hay muchas y diversas, en las diferentes épocas y culturas no se espera lo mismo de los hombres, incluso a lo largo de su mismo ciclo vital, cada hombre construye su masculinidad bajo diferentes dinámicas e ideales.
Sin embargo, existe una expresión de masculinidad en Occidente, que se caracteriza de forma muy generalizada por fundarse en la idea de que los hombres son fuertes, violentos, exitosos, competitivos, proveedores, heterosexuales, entre otras características ligadas al poder y la superioridad masculina. Este ideal bajo el que son socializados los niños se convierte entonces, en la medida de la masculinidad normal, válida y aceptada, en tanto que cualquier desviación de ese ideal constituye una muestra de poca hombría, debilidad, anormalidad y hasta de peligro. De ahí que expresiones masculinas ligadas a la homosexualidad, la ternura, la expresión de emociones, incluso a variables étnicas y de clase –no blancas y no burguesas-, que no van en consonancia con el tipo de hombre hegemónico, sean consideradas inferiores, rechazadas y hasta excluidas social y  políticamente.
Este ideal masculino hegemónico se mantiene vigente en muchas sociedades y es muy resistente a los cambios, precisamente porque hay todo un entramado social, político, económico y cultural, encaminado a mantenerlo y reproducirlo, toda vez que se supone, es un ideal que permite a los hombres mantener los privilegios que como colectivo han tenido históricamente sobre las mujeres. Pero más allá de estos privilegios –reales o ficticios- hay en la actualidad diversas expresiones de masculinidades que quieren hacerse visibles, ser reconocidas y que se alejan de ese ideal que el patriarcado/machismo ha instaurado como norma y medida de lo que es ser hombre “de verdad”.
Diversos conflictos han sido generados por la reproducción y validación social de las masculinidades hegemónicas: en la salud física y mental de los hombres -representados en patologías mentales, conductas de riesgo y casusas de muerte específicas de éstos-, pero también, en las relaciones de género al interior de las familias –con la violencia de género a todo nivel y de manera pandémica-, en los noviazgos, en los escenarios laborales y barriales, lo que ha llevado a que se haga más visible la necesidad de desnaturalizar la idea de que los hombres son como son desde siempre y para siempre. Visibilizar que cuando hablamos de género no hablamos solo de mujeres, que el género se construye de manera relacional entre hombres y mujeres y que los hombres son sujetos de género, construidos y no naturalizarlos de manera culpabilizante como los malos del paseo, además de que tienen necesidades específicas que deben ser atendidas, son elementos importantes que pueden aportar en la transformación social hacia la equidad.
El objetivo de este blog es aportar elementos para una lectura crítica de las masculinidades en ámbitos de la vida cotidiana, tal como se viven actualmente –tan ambivalentes y contradictorias- y claro, realizar el análisis de cómo se manifiesta esa naturalización de los hombres en escenarios como la intervención social, la política pública, la religión, la escuela, los medios masivos de comunicación y la academia. 
Los invitamos a visitarnos, a dejar sus inquietudes y sugerencias.

Karina
karinahsitoriahoyunivalle@gmail.com