Los hombres y el cuidado, una lucha que no termina
Diferentes estudios de masculinidades han revelado que pese a los
cambios que ha implicado en la vida de hombres y mujeres la conciliación
de la vida familiar y laboral, los hombres siguen resistiéndose a
vincularse a actividades del ámbito doméstico en igualdad con sus
compañeras. Algunas de las situaciones que los hombres mencionan como
obstáculos para involucrarse en actividades domésticas y de cuidado son
la jornada laboral, la falta de tiempo, lo poco que saben sobre el tema,
las críticas de las mujeres "súper-madres", entre otras. En este foro
hablaremos de esas situaciones que percibimos como obstáculos y las
posibles salidas para que la conciliación entre la vida familiar y
laboral permitan el mayor involucramiento de los hombres en la relación
afectiva con su familia, el cuidado de sus hijos y el desempeño
equitativo de actividades domésticas.
Entra y participa con tu opinión!
Los hombres y el cuidado, una lucha que no termina
Para desnaturalizar las diferentes formas de expresión masculina ligadas al poder, la fuerza, la agresividad... Para aportar elementos al debate y la sensibilización sobre un tema poco conocido y subvalorado y para sensibilizar a la comunidad en que otras formas de masculinidad son posibles!
jueves, 24 de octubre de 2013
miércoles, 23 de octubre de 2013
"Del dicho al hecho... Un estudio cuantitativo sobre los cambios y las continuidades de las masculinidades hegemónicas en Quito"
Una investigación que cuestiona la mirada generalizada sobre el género como equivalente a mujer, que evidencia la rigidez de las masculinidades hegemónicas como ideal masculino y la importancia de las expectativas femeninas frente a los hombres para posibilitar cambios o continuidades.
Atenta a la retroalimentación, las críticas argumentadas, constructivas y respetuosas, les comparto parte del resultado de la investigación que he realizado durante el último año y medio como estudiante de maestría en FLACSO- Ecuador.
http://flacsoradio.ec/index.php/programas/academicos/flacso-eventos/657-del-dicho-al-hecho.html
Una investigación que cuestiona la mirada generalizada sobre el género como equivalente a mujer, que evidencia la rigidez de las masculinidades hegemónicas como ideal masculino y la importancia de las expectativas femeninas frente a los hombres para posibilitar cambios o continuidades.
Esta tesis tuvo como
objetivo analizar los cambios y
continuidades en los discursos y prácticas
cotidianas la masculinidad, en dos generaciones de hombres de la ciudad de
Quito. Partí del supuesto de que la masculinidad es una construcción
sociocultural determinada por las relaciones de poder y las situaciones
estructurales e históricas en las que viven hombres y mujeres, que ha entrado
en un proceso de transición, generado durante las últimas décadas por el
creciente ingreso de las mujeres a la esfera “pública” y también, debido a que
algunos hombres han empezado a reivindicar su participación en espacios
considerados privados, como la vida doméstica y la crianza. Para esto se tuvo
presente la relación entre las variables de género y edad, y la vigencia e
influencia de un imaginario específico sobre un tipo de masculinidad hegemónica
como única, válida, y normal.
El audio que presento a
continuación, da cuenta de una parte de esta tesis y responde al análisis
cuantitativo de los datos arrojados por una encuesta realizada a 400 personas
en la ciudad de Quito, en la cual se indagó por las ideologías tradicionales de
género en relación a la masculinidad y, por cuáles son los principales cambios
y resistencias de ese modelo de masculinidad en dos grupos generacionales
distintos. Desde un enfoque teórico sobre las masculinidades, se analizó cuáles
son las ideologías de género sobre las que se levantan los actuales discursos
sobre masculinidad y los cambios concretos de estas ideologías en dos
generaciones de hombres y mujeres. Concluyo con algunas de los hallazgos
preliminares frente a cómo todas estas ideologías –la represión de emociones,
el uso de la fuerza, la hipersexualidad, la homofobia, la proveeduría económica
y la exclusión de los hombres de las actividades del cuidado- están
estrechamente relacionadas y son profundamente estructurantes de la identidad
masculina, se refuerzan mutuamente y producen rígidas ideas en las
representaciones que hacen las mujeres de los hombres y de los hombres sobre sí
mismos y sobre otros hombres.
Algunos de los
hallazgos más significativos de esta investigación en su fase cuantitativa,
trata sobre la construcción relacional del género y cómo para romper el
estereotipo masculino, también son relevantes la mirada y las expectativas
femeninas en relación al tipo ideal de hombre que se ha construido y que de
alguna manera reafirma el machismo. Cuando enfatizo en este punto, en cómo las mujeres construyen un
ideal de masculinidad -y en este caso ese ideal se mantiene ligado al
machismo-, y producen expectativas ambivalentes frente a los posibles cambios
de los hombres hacia masculinidades menos enraizadas en el poder, la autoridad
y la violencia, no se trata de negar fenómenos estructurales como la violencia
de género o culpar a las mujeres de ésta, se trata en cambio, de superar la masificada
idea de que el género es igual a mujer y en esa medida ampliar el horizonte de
análisis y de trabajo, sacando a la mujer del lugar de mera víctima pasiva y
poder vislumbrar un sujeto masculino ampliamente, dentro de una historia,
desnaturalizando su condición de “malo”, y en esa medida dar respuestas más
integrales para el análisis académico del género y la intervención con hombres
y mujeres.
También es importante resaltar que la
masculinidad no es una sola, monolítica y atemporal. Es una construcción móvil
y por lo tanto, es importante decir que no todos los hombres que reprimen sus
emociones son necesariamente violentos, no todos los que creen que deben tener
más sexo, odian a los homosexuales, no todos los hombres que han sufrido
violencia en sus hogares la reproducen en su vida adulta; en todo caso sí los
predispone a presentar algunas de estas conductas. La vigencia de la
masculinidad hegemónica, se evidencia más como un ideal, como un mandato social
y cultural, como un arquetipo que no es humanamente realizable y por eso mismo
genera tantas tensiones, conflictos y riesgos para los hombres y las mujeres
socializados en ella.
Atenta a la retroalimentación, las críticas argumentadas, constructivas y respetuosas, les comparto parte del resultado de la investigación que he realizado durante el último año y medio como estudiante de maestría en FLACSO- Ecuador.
http://flacsoradio.ec/index.php/programas/academicos/flacso-eventos/657-del-dicho-al-hecho.html
martes, 22 de octubre de 2013
La violencia contra las mujeres ha adquirido dimensiones epidémicas
La OMS ha advertido que la violencia contra las mujeres ha adquirido dimensiones epidémicas en todo el planeta y que los avances en esta materia son escasos, situación que atribuye entre otras razones, a que éste “sigue siendo un campo relativamente nuevo dado que la gran mayoría de los estudios sobre violencia de género se realizaron en la última década”. Sin embargo, habría que considerar que aunque estos estudios a los que se refiere la OMS constituyen un avance invaluable, son estudios que no dicen nada sobre los hombres y el problema es que ese vacío no sólo genera efectos como que se naturaliza la idea de que los hombres son violentos per se, sino que al no decir nada sobre lo que genera las conductas de violencia en éstos, se siguen enfocando las políticas públicas hacia las mujeres –víctimas-, y considero que ese es otro motivo importante por el que los resultados del trabajo en materia de violencia de género son y seguirán siendo escasos; sino se piensa el sujeto hombre en todas sus dimensiones, sino se lo incluye como parte activa del trabajo en género a nivel global, en la educación temprana, en sensibilización, en prevención y promoción de nuevas masculinidades, el resultado posiblemente seguirá siendo el mismo. El trabajo con las mujeres no está para nada mal y se debe seguir haciendo, pero se debe ampliar el horizonte y establecer programas, políticas y demás formas de intervención social que, por un lado, atiendan las necesidades específicas de los hombres en sus diferentes realidades étnicas, generacionales, de orientación sexual y demás especificidades; y, por otro lado,que se posibiliten desde espacios tempranos de socialización decisivos como la escuela, procesos de sensibilización, formación y promoción de nuevas formas de ser hombres, dando cabida a la diversidad sexual, a la expresión de emociones diferentes a la ira o la violencia, de solidaridad y paridad entre los géneros y en general, actitudes hacia una cultura de paz y equidad entre hombres y mujeres.
http://www.eldiario.es/sociedad/OMS-violencia-adquirido-proporciones-epidemicas_0_145236001.html
La OMS ha advertido que la violencia contra las mujeres ha adquirido dimensiones epidémicas en todo el planeta y que los avances en esta materia son escasos, situación que atribuye entre otras razones, a que éste “sigue siendo un campo relativamente nuevo dado que la gran mayoría de los estudios sobre violencia de género se realizaron en la última década”. Sin embargo, habría que considerar que aunque estos estudios a los que se refiere la OMS constituyen un avance invaluable, son estudios que no dicen nada sobre los hombres y el problema es que ese vacío no sólo genera efectos como que se naturaliza la idea de que los hombres son violentos per se, sino que al no decir nada sobre lo que genera las conductas de violencia en éstos, se siguen enfocando las políticas públicas hacia las mujeres –víctimas-, y considero que ese es otro motivo importante por el que los resultados del trabajo en materia de violencia de género son y seguirán siendo escasos; sino se piensa el sujeto hombre en todas sus dimensiones, sino se lo incluye como parte activa del trabajo en género a nivel global, en la educación temprana, en sensibilización, en prevención y promoción de nuevas masculinidades, el resultado posiblemente seguirá siendo el mismo. El trabajo con las mujeres no está para nada mal y se debe seguir haciendo, pero se debe ampliar el horizonte y establecer programas, políticas y demás formas de intervención social que, por un lado, atiendan las necesidades específicas de los hombres en sus diferentes realidades étnicas, generacionales, de orientación sexual y demás especificidades; y, por otro lado,que se posibiliten desde espacios tempranos de socialización decisivos como la escuela, procesos de sensibilización, formación y promoción de nuevas formas de ser hombres, dando cabida a la diversidad sexual, a la expresión de emociones diferentes a la ira o la violencia, de solidaridad y paridad entre los géneros y en general, actitudes hacia una cultura de paz y equidad entre hombres y mujeres.
http://www.eldiario.es/sociedad/OMS-violencia-adquirido-proporciones-epidemicas_0_145236001.html
La cara oculta.
Los hombres y la violencia doméstica.
"...un serio desbalance en relación a la atención que se brinda a los protagonistas del fenómeno: la víctima y el agresor... A raíz de este desbalance, la mujer víctima de violencia es actualmente atendida, contenida y apoyada en el proceso de cambio interior que la llevará a erradicar de su vida los vínculos teñidos de opresión y sumisión, mientras que los varones violentos quedan en un limbo de desatención que no les permite evolucionar hacia vínculos más saludables"
ES EL MISMO CASO EN OTROS PAÍSES DE AMÉRICA LATINA, A TRABAJAR CON LOS HOMBRES!
http://ladiaria.com.uy/articulo/2013/4/la-cara-oculta/
"...un serio desbalance en relación a la atención que se brinda a los protagonistas del fenómeno: la víctima y el agresor... A raíz de este desbalance, la mujer víctima de violencia es actualmente atendida, contenida y apoyada en el proceso de cambio interior que la llevará a erradicar de su vida los vínculos teñidos de opresión y sumisión, mientras que los varones violentos quedan en un limbo de desatención que no les permite evolucionar hacia vínculos más saludables"
ES EL MISMO CASO EN OTROS PAÍSES DE AMÉRICA LATINA, A TRABAJAR CON LOS HOMBRES!
http://ladiaria.com.uy/articulo/2013/4/la-cara-oculta/
No se nace hombre, se llega serlo...
Tal como sucede con las mujeres, que no nacen sino que se hacen mujeres a partir de diversos elementos en su
socialización temprana y de los mandatos de instituciones como la familia, la
escuela, los medios de comunicación, la política, entre otras (tal como lo
planteó De Beauvoir), así mismo, los hombres, que no son todos iguales como versa
el refrán popular, son construidos social y culturalmente bajo un paradigma de masculinidad
que se considera válida y normal en cada contexto y época específica. De
acuerdo con este planteamiento, masculinidades hay muchas y diversas, en las
diferentes épocas y culturas no se espera lo mismo de los hombres, incluso a lo
largo de su mismo ciclo vital, cada hombre construye su masculinidad bajo
diferentes dinámicas e ideales.
Sin embargo,
existe una expresión de masculinidad en Occidente, que se caracteriza de forma muy
generalizada por fundarse en la idea de que los hombres son fuertes, violentos,
exitosos, competitivos, proveedores, heterosexuales, entre otras
características ligadas al poder y la superioridad masculina. Este ideal bajo
el que son socializados los niños se convierte entonces, en la medida de la
masculinidad normal, válida y aceptada, en tanto que cualquier desviación de
ese ideal constituye una muestra de poca hombría, debilidad, anormalidad y
hasta de peligro. De ahí que expresiones masculinas ligadas a la
homosexualidad, la ternura, la expresión de emociones, incluso a variables étnicas
y de clase –no blancas y no burguesas-, que no van en consonancia con el tipo
de hombre hegemónico, sean consideradas inferiores, rechazadas y hasta excluidas
social y políticamente.
Este ideal
masculino hegemónico se mantiene vigente en muchas sociedades y es muy
resistente a los cambios, precisamente porque hay todo un entramado social,
político, económico y cultural, encaminado a mantenerlo y reproducirlo, toda
vez que se supone, es un ideal que permite a los hombres mantener los
privilegios que como colectivo han tenido históricamente sobre las mujeres. Pero
más allá de estos privilegios –reales o ficticios- hay en la actualidad diversas
expresiones de masculinidades que quieren hacerse visibles, ser reconocidas y
que se alejan de ese ideal que el patriarcado/machismo ha instaurado como norma
y medida de lo que es ser hombre “de verdad”.
Diversos conflictos
han sido generados por la reproducción y validación social de las
masculinidades hegemónicas: en la salud física y mental de los hombres -representados
en patologías mentales, conductas de riesgo y casusas de muerte específicas de
éstos-, pero también, en las relaciones de género al interior de las familias –con
la violencia de género a todo nivel y de manera pandémica-, en los noviazgos, en
los escenarios laborales y barriales, lo que ha llevado a que se haga más
visible la necesidad de desnaturalizar la idea de que los hombres son como son
desde siempre y para siempre. Visibilizar que cuando hablamos de género no
hablamos solo de mujeres, que el género se construye de manera relacional entre
hombres y mujeres y que los hombres son sujetos de género, construidos y no
naturalizarlos de manera culpabilizante como los malos del paseo, además de que
tienen necesidades específicas que deben ser atendidas, son elementos
importantes que pueden aportar en la transformación social hacia la equidad.
El objetivo de
este blog es aportar elementos para una lectura crítica de las masculinidades en
ámbitos de la vida cotidiana, tal como se viven actualmente –tan ambivalentes y
contradictorias- y claro, realizar el análisis de cómo se manifiesta esa
naturalización de los hombres en escenarios como la intervención social, la política
pública, la religión, la escuela, los medios masivos de comunicación y la
academia.
Los invitamos a visitarnos, a dejar sus inquietudes y sugerencias.
Karina
karinahsitoriahoyunivalle@gmail.com
Los hombres no nacen, se hacen! Masculinidades hay muchas y diversas, pero hay unas expresiones hegemónicas del ser hombre, socialmente enseñadas y aceptadas como válidas y normales, asociadas a la fuerza, la violencia de todo tipo, el poder, la homofobia y la misoginia.
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